Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

lunes, 24 de febrero de 2014

Lápidas sepulcrales musulmanas de Badajoz. 2ª parte: El ocaso de los almorávides



Vimos en la primera parte las lápidas conservadas del reino taifa de Badajoz, reino que desaparece en el año 1094.

Eran tiempos del último rey aftásida, Umar al-Mutawakkil. Ya vimos que cuando Alfonso VI conquistó Toledo en el año 1085, los reinos taifas pidieron ayuda a los almorávides saharianos de Yusuf, que derrotaron a Alfonso VI en la batalla de Zalaca en el año 1086. Yusuf tiene que regresar apresuradamente a África al morir su hijo.

En el año 1088 regresan los almorávides a la península, pero son derrotados en el cerco de la fortaleza de Aledo con la deserción de muchos de los reyes de las taifas musulmanas, lo que motivó que, en el tercer desembarco de 1090, el emir viniera con la decisión de destituirles a todos y quedarse él como único rey de todo al-Andalus.

Entre los años 1090 y 1092 caían en la órbita almorávide los reinos de Granada, Córdoba, Sevilla y otras pequeñas taifas del Sur y el Levante peninsular.

En Badajoz, al-Mutawakkil se veía acorralado entre la presión de Alfonso VI y la de los almorávides, intentando salvar la soberanía sobre su reino jugando a dos barajas. Después de colaborar con los almorávides en la conquista de Sevilla, pacta con Alfonso VI a cambio de las plazas de Lisboa, Sintra y Santarem, que son entregadas en el año 1093.

Los almorávides no se decidieron a atacar Badajoz por miedo a que Alfonso VI acudiera en su ayuda, y prefirieron utilizar el soborno y el descontento que había en la ciudad para tramar un complot.  En 1094 al-Mutawakkil fue detenido y asesinado en su traslado a Sevilla. Termina con el Reino de Badajoz la época más espléndida en la historia de nuestra ciudad.

Los almorávides acabarán recuperando gran parte de al-Andalus, pero las luchas con los cristianos son constantes.

Hacia el año 1125, un nuevo poder estaba surgiendo en el Magreb, el de los almohades.  El empuje bélico de los almohades comienza a imponerse en África en la década de 1130, lo que obligó a los almorávides a disminuir las fuerzas militares de la Península, lo cual es aprovechado por los cristianos.

En lo que a Badajoz respecta, podemos destacar que en 1134 se vuelve a dar una encarnizada batalla a las puertas de Badajoz, nuevamente cerca de Zalaca (Sagrajas), en el mismo lugar que la batalla del año 1086. Se enfrentaron importantes huestes cristianas reclutadas por nobles salmantinos, que habían devastado el territorio, haciéndose de abundante botín. Tasufin, futuro tercer emir almorávide, nieto de Yusuf, derrota nuevamente con su ejército a los cristianos.

En 1135 Alfonso VII, se corona Imperator totius Hispaniae, y al igual que el futuro primer rey de Portugal Alfonso Enríquez, redoblará la presión bélica hacia el Sur, reconquistando Coria en 1142.

En 1143 muere el emir almorávide Ali, sucediéndole su hijo Tasufin, que tiene que intentar hacer frente en África la imparable ofensiva almohade. Como al perro flaco todo se le vuelven pulgas, el muladí Ibn Qasi inaugura en agosto de 1144, en el Algarve, las rebeliones en al-Andalus contra los almorávides.

Bueno, este es el contexto en el que nos vamos a mover para poder entender mejor la información que tenemos de la lápida sepulcral de este periodo encontrada en Badajoz, y que temporalmente la podemos disfrutar en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz.

En las excavaciones hechas para las obras que se ejecutaban en el cuartel de la Bomba de Badajoz, que estaba situado en el baluarte de San Juan, hoy desaparecido, se encontraron en Octubre de 1876 dos lápidas de mármol con inscripciones arábigas.

Las lápidas fueron descubiertas en la obra para el ensanche del cuartel de la Bomba dirigida por el coronel, comandante de Ingenieros, Juan Quiroga. Se encontraron el 23 de octubre de 1876, a tres metros de profundidad, en terreno de acarreo, en la zanja practicada a espaldas de la cara izquierda del baluarte de San Juan, para cimiento del muro circular de entrada a las dependencias del citado cuartel, hacia donde estaba proyectada la cocina (Las obras fueron terminadas en 1881). Bajo las piedras se encontraron huesos, ladrillos rotos y dos candiles de barro también quebrados.  Al no encontrar más restos, se pensó que debía ser un sitio especial y privilegiado, y no un cementerio.

Estaban bastante bien conservadas, y parecía que eran epitafios de “personajes moros de importancia”. La Comisión de Monumentos reclamó las lápidas para el Museo, pero el coronel Quiroga dispuso que se trasladaran al Museo del Cuerpo de Ingenieros, para que pudieran trocarse con otros objetos del Museo Arqueológico Nacional.

Vamos a ver en esta ocasión la más antigua de las dos, dejando para una 3ª parte la otra lápida encontrada. Las dimensiones de esta primera piedra son 57 centímetros de alto, 28 de ancho y 3 de grueso. El capitán de Ingenieros, Carlos Vila, dibujó unos facsímiles, que fueron remitidos a la Comisión de Monumentos junto con certificados y la traducción hecha por el Padre Lerchundi.

La lápida es rectangular con los lados verticales más largos. Las epigrafías ocupan todo el cuerpo de la lápida, que está rodeada por un filete tallado en relieve. El texto tallado en relieve, se divide en 9 renglones separados por filetes igualmente tallados, en un cúfico simple muy evolucionado.



Una primera aproximación de la traducción de la lápida podría ser:

En el nombre de Dios clemente y misericordioso. Este es el sepulcro del mártir asesinado injustamente. Séale Dios misericordioso, Ubayd Allah ibn Mohamed ibn Ahmed, hijo del asesinado, de Mérida. Le mataron los almorávides, el día de su salida y esto sucedió el domingo día veintinueve del mes de Ramadán el Grande, del año de quinientos treinta y nueve.



En el texto, a los almorávides se les llama los mulattamun, los velados, es decir, los que llevan el litam, el velo, en el que uno de sus extremos pasa por debajo de la barba y cubre el rostro dejando al descubierto solamente los ojos, que no sólo protege las vías respiratorias y la parte baja cara del sol, sino que también impide la entrada por la boca de los malos espíritus.

Los almorávides adoptaron esta costumbre de llevar velo de los bereberes sanhaya, llevándolo en cualquier lugar, incluso en los entornos urbanos, como forma de mostrar sus credenciales puritanas. Prohibieron que nadie más pudiera portarlo, convirtiéndolo en la prenda distintiva de la clase gobernante almorávide.


Según la lápida, nuestro protagonista falleció a manos de los almorávides el 25 de marzo de 1145.

Como hemos avanzado, el muladí Ahmad ibn Qasi inauguró en agosto de 1144, en el Algarve, las rebeliones en al-Andalus contra los almorávides, haciéndose con el control de Mértola, dónde se proclama imán.

Ibn Qasi hace un llamamiento a la rebelión, al que responde Sidray ibn Wazir, que se hace con el control de Évora, e Ibn al-Mundir, que hace lo propio con Silves. Ambos conquistan después Beja por cuenta de Ibn Qasi, que pasa así a controlar el actual Algarve y gran parte del Alentejo portugués.

En octubre de 1144, Ibn Wazir y Ibn al-Mundir juran fidelidad a Ibn Qasi en Mértola, recibiendo el gobierno de Beja y de Silves respectivamente con sus territorios.

El 22 de febrero de 1145 muere el emir almorávide Tasufin combatiendo a los almohades, y el 3 de marzo de 1145, Ibn Hamdin, que se había rebelado contra los almorávides en Córdoba, se autoproclama emir.

Sidray ibn Wazir traiciona y rompe los lazos con Ibn Qasi, reconociendo a Ibn Hamdin como emir, a lo que responde Ibn Qasi enviando un ejército al mando de Ibn al-Mundir contra Sidray, que es derrotado, yendo después Sidray contra el propio Ibn Qasi al que le arrebata, ya en 1146, Mértola y Silves. Ibn Qasi huye a África a buscar el apoyo almohade. Sidray ibn Wazir se convierte en el Señor de Occidente.

Bueno, he intentado hacer un pequeño resumen de los acontecimientos que sucedieron alrededor de la fecha en que nuestro protagonista de la lápida muere, aunque es difícil establecer con toda seguridad los acontecimientos ya que, algunas veces, las fuentes se contradicen.

De la información que tenemos de la lápida, podemos extraer que nuestro protagonista difunto fue considerado un mártir, muerto por los almorávides, y que le mataron “el día de su salida”.

¿de la salida de quién?, ¿del difunto?, ¿de los almorávides?

Saavedra (1877) traduce “en día de perfidia y tribulación” en vez de “el día de su salida”, y Codera (1884) siguiendo esta traducción, interpreta que nuestro protagonista era de las huestes de Ibn Qasi y que tuvo la fatalidad de introducirse en Badajoz “para probar fortuna por su partido”, interpretación que también comparte Matías Ramón Martínez Martínez (1905).

Traducción del Padre Lerchundi
El Padre José Lerchundi traduce “el día de su salida” en vez de “en día de perfidia y tribulación” de Saavedra, siendo publicada esta traducción por Rodrigo Amador de los Ríos (1883), aunque en su propia traducción dice “en el día de la desolación y de espanto”.

Tomás Romero de Castilla publica en el catálogo del Museo de 1886 la traducción de Lerchundi, y en una carta de 1878 dirigida a la Real Academia de la Historia, interpreta que es el día que expulsan a los almorávides, en el contexto de la rebelión comenzada en el Algarve.

Nicolás Díaz y Pérez (1887) publica tanto la traducción de Amador de los Ríos como la de Lerchundi.

Lévi-Provençal (1931) lo traduce como “el día de la salida de ellos”, y Ramón Revilla (1932) lo traduce como “en día de turbulencia y espanto”.

Terrón Albarrán (1991), siguiendo la traducción de Lévi-Provençal, sostiene que Sidray ibn Wazir se hace al comienzo del año 1145 con el control de la ciudad de Badajoz, añadiéndola a sus dominios, suponiendo que esto se debe producir entre mediados de enero y finales de febrero de 1145, deduciendo que la muerte del difunto es a causa de un motín de los almorávides contra los seguidores de Sidray ibn Wazir.

M. Ángeles Pérez Álvarez (1992), que se basa en Lévi-Provençal y en Lerchundi, traduce “el día de su partida” e interpreta que el difunto debió morir al abandonar la ciudad de Badajoz sumida en conflictos. Maria Antonia Martínez Núñez (2013) también sostiene esta traducción, pero interpreta que son los almorávides los que salen de Badajoz.

Las fuentes árabes no dicen claramente cuando Badajoz se rebela contra los almorávides, o cuando pasa bajo el control de Sidray ibn Wazir, pero me inclino a pensar que esta lápida es la prueba de que pudo ser el 25 de marzo de 1145 el día del alzamiento, fecha de la muerte de nuestro protagonista, que se alzaría ese día contra los dirigentes almorávides de la ciudad, que intentaron en un primer momento sofocar la rebelión sin éxito y fueron expulsados. De hecho, es en el mes de Ramadán de este año, del 24 de febrero al 25 de marzo, cuando se da el alzamiento general en el resto de al-Andalus, pues, después de Córdoba, lo hace Murcia, después Valencia, y por los mismos días Málaga, Almería y otras muchas ciudades, según los cronistas.

A diferencia de cuando se crearon las primeras taifas del siglo anterior, en la que lo hicieron los jefes militares, ahora la revuelta contra los almorávides la encabezan los religiosos, jueces (qadíes) y hombres de letras.

El considerar a nuestro difunto como mártir refuerza la idea que las revueltas tienen un origen religioso.

Para terminar, como extraña curiosidad, me llama la atención que en el cuarto renglón empezando por arriba, esté borrado el término “Ibn” (hijo de) de la filiación “Ibn Ahmed”, y que sobre esta filiación, está escrito en caracteres más pequeños el texto “hijo del asesinado” (ibn al-maqtul).

Finaliza este renglón con al-Maridi, lo que podría indicar que debió ser natural de Mérida, o de familia de Mérida.


Espero volver pronto con la siguiente lápida…


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